Jordi Labanda
Entrevistas

Conversación con Jordi Labanda

La sala en la que nos reunimos está llena de ilustraciones que fomentan la lectura. Es pura casualidad que estén allí, colgando, pero a Jordi le fascinan. Su mirada se pierde varias veces entre las imágenes expuestas en la pared, con una luz en los ojos que es difícil de explicar y que sugiere que incluso con los ojos cerrados, debajo de los párpados, pueda llegar a contemplarlas. Es, en ese momento, que percibo toda la fuerza artística de Jordi Labanda y me quedo impresionado. Hemos podido hablar un buen rato llegando a tocar varios argumentos, empezando por la ilustración, su campo artístico de referencia, y acabando con la literatura. Es realmente aquí donde hemos podido conocer una parte «inédita» de Jordi, capaz de darle a su pasión literaria una superestructura elegante, ya que ha sabido extraer de su experiencia como comunicador un esqueleto común con la ilustración y la escritura.

Aprovecho la oportunidad para agradecer a Jordi por su amable disponibilidad. Esta ha sido nuestra conversación.

Un acto creativo produce esencialmente lo que produce, o sea que hablamos de formas a la hora de distinguir entre géneros artísticos. En concreto, ¿ crees que hay alguna diferencia entre la pintura y la ilustración?
Sí, porque los puntos de partida son diferentes. Hay una diferencia bastante grande en la naturaleza del nacimiento de las dos: la pintura es arte creado desde la soledad del artista, mientras la ilustración es fruto de un encargo comercial para comunicar un mensaje. Este mensaje puede ser, por ejemplo, ilustrar un artículo para una revista o para un cliente que quiere vender algo.

¿Te definirías como un artista comercial?
El arte que produzco está basada en un encargo de un cliente para generar una ganancia comercial, entonces sí: podría definirme exactamente así.

¿Pero un ilustrador puede escoger las temáticas o tiene solamente que evaluar las propuestas comerciales?
Tú puedes escogerlo todo. Por ejemplo si decides que tu temática sea más «politizada», entonces recibirás encargos de ciertos tipos de clientes. Si, en cambio, decides que tu perspectiva es más fashion, pues recibirás otros tipos de encargos. Y así con todos los tipos de temáticas.

¿Hay argumentos, quizás más personales, que todavía no has tratado y que te encantaría ilustrar?
Bueno, no sé. Nunca he tratado sobre temas políticos: pero tampoco me gustaría tratar sobre ellos. De hecho desde el principio he decidido ser más neutral y tener un punto de vista sobre todas las cosas. Quizás es que no soy demasiado combativo a la hora de defender ciertas opiniones. Por lo demás he tocado tantos temas y me han llegado tantos encargos con naturalezas tan diferentes que creo que he podido hablar de casi todo lo que me apetecía. Soy un ilustrador todo-terreno y me gusta comunicar.

¿Cuál crees que es la gramática comunicativa de la ilustración como tal?
Lo más importante es que te entiendan bien. Creo que en una ilustración, cuanto más críptico o misterioso eres, menos te van a comprar. El ilustrador tiene que ser directo y el mensaje tiene que llegar automáticamente. Por eso, a lo largo de los años, el ilustrador ha desarrollado un arte más gráfico que sintetiza muy bien la idea que quiere comunicar.

Oliviero Toscani dijo que le gustaba pensar que se puede capturar el alma de las personas a través de la fotografía: ¿crees que esto se puede hacer también con la ilustración o con la pintura?
Sí. De hecho, con un buen retrato puedes llegar a ver el alma de una persona. Un retrato psicológico más que físico. «Demasiado real!» dijo el papa Inocencio X a Velázquez cuando vio el retrato que el pintor le hizo. Pues algo así. A nivel interno: esto es un buen retrato. En fotografía también: miras una foto de Irving Penn y ves que ha hecho un esfuerzo muy grande para entender el sujeto retratado.

Hablando de Penn, también influye mucho su poética personal, y bueno el blanco y negro…
Es mi fotógrafo favorito. Su trabajo de síntesis es sublime, la verdad. A parte, que ves fotos de los años ’40 y ves otras de cuando se murió y el tío realmente no movió la linea de flotación. Estuvo muy dirigido toda su carrera. Supongo que cuando lo tienes claro, no hace falta nada más. A veces la gente me pregunta «Pero no vas a cambiar de estilo?»; es que no me apetece. He llegado a unas conclusiones y quiero seguir por ese camino. Hay otros artistas que pasan la vida cambiando, cambiando… no discuto la legitimidad. Pero no es algo hecho para mí. Respeto más las carreras como la de Penn: sólidas desde el principio. Me da mucha envidia eso.

Todo el mundo te pregunta cuando nació tu pasión por la ilustración. A mi, en cambio, me gustaría preguntarte: ¿cuándo acabará, si terminará?
Yo creo que no se acabará, porque me gusta mucho la comunicación. Dudo que me canse porque hay algo en el hecho de una imagen unida a un texto que me fascina totalmente. Cansarme, entonces, no creo que me canse. Sería como cansarme de mirar fotografías o ver películas. Igual algún día me harte de trabajar o de recibir encargos o aguantar a clientes pesados o cosas así.

¿Y en algún momento de tu carrera llegaste a agobiarte por tu trabajo?
He tenido la suerte de que todos mis encargos son diferentes, y aprovecharlo. Entonces en este sentido me aburro menos respeto a alguien que haga lo mismo todo el tiempo.

¿Sentir lo que dibujas: se puede aplicar este concepto a tu arte?
Sí. De hecho si estamos aquí sentados hablando, ahora mismo, es porque lo que yo hago es lo suficientemente «importante» para que tú me hayas llamado. Entonces esto quiere decir que cuando haga un encargo comercial, esto tendrá la suficiente entidad como para que la sociedad lo pueda considerar significativo artísticamente. Creo que mi voz, como ilustrador, tiene personalidad y es reconocible, que al final es algo que todos los artistas buscan.

Creo que la gente que se acerca al mundo del arte, siempre tiene la necesidad de encontrar una explicación a las cosas. En este sentido, ¿tus obras son contestaciones o preguntas?
Son contestaciones cuando trabajo para un cliente cooperativo que no me permite moverme del briefing que me ha pasado; son preguntas cuando el encargo es más bien editorial y puedo permitirme sutilezas y ser, por ejemplo, más introspectivo que para un trabajo de una marca.

¿Cuál es el trabajo del que te sientes más orgulloso?
Son varios, en realidad. Pero si tuviese que escoger uno, sería el trabajo que publicó en La Vanguardia, en el suplemento del domingo. Me da muchísimo espacio de opinión, de hecho está maquetado junto a los artículos de opinión. La naturaleza del ilustrador es el trabajo por encargo, pues en este caso al ilustrador se le permite expresar una opinión y tener voz. Por eso le tengo mucho cariño.

Contextualizando un poco la época en la que vive el ilustrador, ¿cuáles son sus responsabilidades como testigo de la actualidad?
Dejar constancia del tiempo vivido y, si se puede, ser reflexivo y crítico con la época misma. Yo, por ejemplo, cuando puedo, soy critico con la sociedad de consumo, con el momento tecnológico que estamos viviendo, con la frivolidad de las relaciones sociales…

¿Y tu relación con las redes sociales?
Pues, muy poca. Utilizo un Nokia muy antiguo y no tengo Whatsapp. Envío solamente SMS. Tengo Instagram y Facebook, pero los maneja una persona que tengo en mi estudio. Al final, me lo tomo como si fuera una publicación. De antemano decidimos cuales serán las publicaciones de esa semana y ya está, sin más. No tengo redes sociales personales y no tengo la espontaneidad de esas personas que van con el Iphone en el bolsillo. Si hoy, por ejemplo, cuelgo algo es porque lo he pensado hace dos días. Las redes sociales me apasionan de la misma forma que me aterran.

¿Te aterra el fenómeno de los influencers?
No critico las nuevas carreras que se están creando, son un síntoma del tiempo en el que vivimos y de hecho me quito el sombrero. Aunque es un muy mal ejemplo para esos millones de personas que piensan que pueden hacer lo mismo. Y no es tan fácil como parece. Es un poco lo que hablábamos antes: la gente ahora se piensa que cogen una cámara y ya sonfotógrafos. Y no es así. Piensa en Juerger Teller, que es un fotógrafo que me encanta: parece que él llega, hace dos fotos así random y ya está, no? Ponte tú a hacer un Juerger Teller. No es fácil. Con las redes pasa lo mismo. Hay pocos que lo han conseguido y millones que no.

¿Trabajas con lo tecnológico o todavía de forma «analógica»?
Todo a mano, con pincel. Me encanta crearme mi atmósfera: el papel, los diferentes materiales de dibujo, el olor de la pintura. Yo trabajo «analógicamente», que no es ni mejor ni peor: es la manera en que yo sé hacerlo. Conozco a gente que está haciendo trabajos digitales que son maravillosos y gente que trabaja a mano de manera horrenda. En mi caso, trabajo a mano porque no sé hacerlo de otra manera y lo tecnológico tampoco me llama. Estoy demasiado pegado al papel.

¿También en relación a los libros? ¿Lees en digital?
Nunca he tenido libros electrónicos. Prefiero llevarme el tocho cuando me voy de viaje, nada de Kindle. Doblar la página, el olor que desprenden, es otra historia, otro ritual… De todas formas creo que el precio de los libros es demasiado alto, me parece un robo. Un libro debería costar entre 10 y 15 euros como mucho. Encima si tienes la costumbre de visitar librerías, acabas comprando regularmente. Al final de mes es mucho dinero. Me parece increíble.

Estoy totalmente de acuerdo. Quizás el precio tan alto se justifica en las novedades con tapa dura…
Odio la tapa dura (se ríe). Como experiencia lectora, por lo menos. Bueno, veo a Blackie Books y estupendo. Pero generalmente que rollo a la hora de leer. Es que normalmente leo en la cama. A mí dame una tapa blanda que pueda maltratar, doblar las esquinas, estrujar,… los libros están para vivirlos.

¿Cuál es tu editorial favorita?
Estadísticamente, te diría Anagrama, por la cantidad de libros que he leído de ellos. Luego, a ver, le tengo mucho cariño a Blackie Books. Tusquets también… A Libros del Asteroide le escribí un correo felicitándole por la traducción: lo hacen muy bien, de verdad. Es algo que a veces no nos fijamos, pero la traducción es una componente fundamental. Cuando leo un libro mal traducido me siento como un marinero que navega con el mar en contra.

¿Que escritores sigues?
Yo soy muy fan de la literatura norteamericana: Cheever, Carver, Salinger aunque parezca un clichéLo nueve cuentos de Salinger, por ejemplo, es mi libro favorito. Y luego, bueno, voy pasando mucho por la librerías y voy viendo cosas actuales. Me compro muchos libros de gente de la que no retengo el nombre. Pero sí, leo mucha literatura contemporánea. Acabo de terminar Mi año de descanso y relajación de Otessa Moshfegh y me ha parecido bastante interesante. También acabo de leer Gente normal de Sally Rooney, que en cambio me ha decepcionado un poco. Me ha costado acabarlo, creo que le sobran unas cuántas paginas. Con eso quiero decir que voy estando más o menos al día con lo que se publica aquí.

¿Y escritores españoles?
Me interesa por ejemplo Jorge de Cascante. Es el primer nombre que me surge. En general los autores españoles consolidados tipo Almudena Grandes o Javier Marías me dan bastante pereza. Pero tengo que decir que aquí se escribe bien. Y hay mucha gente joven que escribe. Quiero mencionar a Leticia Sala y su libro Scrolling After Sex. Creo que ha abierto una puerta muy interesante en la narrativa española. 

Todo el mundo conoce al Jordi Labanda ilustrador. Pero sé, porque me lo comentaste ya en pasado, que tienes otra afición artística: la escritura. Queremos entonces saber un poco más del Jordi escritor: ¿Cómo nació esta pasión?
Al hilo de lo que hemos hablado antes sobre el tema de la comunicación, pues siempre me he forzado en tener un tono muy narrativo en mi trabajo. De alguna forma desde que empecé a dibujar, ya estaba escribiendo. Mi trabajo siempre ha tenido esta virtud explicativa. Pero todo empezó hace unos años, cuando una editora de Destino me envió un correo diciéndome: Mira, no te conozco de nada, pero creo que dentro de ti hay un escritor, y me gustaría que quedáramos y habláramos de la posibilidad de hacer un libro. Y a mi en ese momento me dio una pereza y una vergüenza increíble. Ella fue insistiendo, insistiendo… y me hizo reflexionar sobre la narrativa que tenía dentro. Así que escribí un relato y quedé con ella. Le encantó. Pero yo sentí, al escribir ese relato, que me faltaba mucha musculatura. Por eso me apunté al Ateneu, a sus cursos de escritura. Llevo allí ya casi tres años.

¿Y tienes algún proyecto futuro en relación al tema de la escritura?
A ver, me encantaría publicar un libro de relatos. Me encanta la síntesis. Que es también lo que me gusta como lector: la novela está generalmente sobrevalorada. No puedo con las descripciones enormes y que me cuenten de la abuela del protagonista, de la tia, de la vecina… por favor. Es que no puedo. Por eso el relato me apasiona. Y me gustaría mucho escribir relatos más o menos sólidos. De todas formas, es una idea. No es algo concreto: es un proyecto que va fluyendo y ya veremos. Pero bueno, estoy en ello.

¿Que similitudes ves entre la escritura y la ilustración?
Diría que comparten la misma estructura narrativa. Aunque me parece que la escritura es mucho más dificil. Todo el mundo puede hacer un dibujo y hacer que quede más o menos aparente. En la escritura no hay sitio para esconderse y se te ve el plumero en seguida. Algo mal escrito da muchísima vergüenza. Un dibujo feo, en ciertos contextos, puede incluso encajar en donde esté puesto.

¿Que es la literatura para ti?
El arte de poner en palabras escritas unos pensamientos y conseguir emocionar con ellas. Y es un arte con mucha técnica que me fascina: me encantaría que fuera mi profesión. O sea, levantarme por la mañana y acostarme por la noche escribiendo. Dejándolo todo, porque no se puede ser escritor a tiempo parcial. Pero no puedo hacerlo. Tampoco es algo que vea factible. Ahora mismo me estoy formando y estoy disfrutando mucho en el camino con óptimos profesores. Además soy muy buen lector. De momento me vale.

Seguimos hablando de unos cuantos libros leídos y finalmente nos despedimos. Salimos de la sala conscientes de haber aprendido algo nuevo: porque poder ver la literatura desde otra perspectiva ha sido clarificador; es como detectar un matiz que era imposible percatar en un claror submarino que antes nos ahogaba. Hemos observado una literatura más consciente, que funde su gramática en la estructura de la ilustración y permite que las dos se enrosquen indisolublemente. Algo que Jordi por un lado domina y por el otro sigue buscando y experimentando. Algo que comparte la misma sombra de un abismo que no dominamos, y que nos atrae; un alfabeto que permite descifrar un mensaje mudo. O una ilustración.


Ilustrador de moda, publicidad y animación, Jordi Labanda es reconocido por su inconfundible estilo al crear imágenes bellas que combinan ambientes y gente fashion. Su trabajo editorial creó un nuevo escenario para la ilustración de moda abriendo un nuevo mundo de oportunidades. Como ilustrador editorial y cronista de tendencias colabora periódicamente en publicaciones icónicas del mundo de la moda y el lifestyle tales como Vogue Japón, The Daily telegraph’s, Bergdorf Goodman Magazine, Apartamento, Fanzine137, Candy, Harper’s Bazaar o El Magazine de La Vanguardia. Sus ilustraciones también se han podido ver en publicaciones como Wallpaper, Vogue USA, Visionaire y The NY Times Sunday Magazine, entre otras muchas. Como ilustrador corporativo Labanda ha colaborado con marcas como Louis Vuitton, Tommy Hilfiger, Moncler, Neiman Marcus, Knoll International, Grand Marnier, Nissan, American Express, Reebok, Zara, Adidas, Pepsi, Compeed, Target, Danone, l’Oréal Lladró, Swarovski, Alessi y Vodafone.Su trabajo ha sido exhibido internacionalmente en museos y galerías de Tokyo, París, Barcelona, Madrid, Florencia, Buenos Aires y México DF. (www.jordilabanda.com)

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