Sobre la mitología. En particular, recuerdo el mito del sátiro Marsias. La historia comienza con la diosa Atenea, satisfecha con su nueva creación: una hermosa flauta, fina y delicadamente tallada. Sin embargo, Hera y Afrodita no son de la misma opinión, quienes (quizás impulsadas por la envidia) comienzan a burlarse de Atenea por el aspecto deformado de su rostro mientras toca la flauta; por eso Atenea decide, con el corazón hinchado de tristeza, tirar el instrumento musical.
Y es aquí donde Marsias entra en escena, escoltado por su propio destino: recoge la flauta y comienza a tocar. En poco tiempo se convierte en un músico increíble, famoso entre todas las personas de los campos, tan increíble que incluso se corre el rumor de que ni siquiera Apolo sabría cómo hacer música igualmente hermosa.
Ahora bien, esto es algo que es mejor no decir en voz alta. Sí, porque los dioses son famosos sobre todo por ser picajosos. La voz, de hecho, no tarda en llegar a los oídos de Apolo, que se enfada como nunca antes, incapaz de aceptar que su primacía como dios de la música estuviera en duda y, por lo tanto, decide desafiar a Marsias a una confrontación: Marsias tocará la flauta, Apolo la lira, mientras que las Musas elegirán al ganador.
Las Musas, al final del desafío, decretan un empate totalmente equilibrado. Apolo, no satisfecho, exige que se repita el duelo: ahora los rivales tendrán que cantar y tocar al mismo tiempo. No lleva mucho tiempo entender que es algo imposible de realizar con una flauta, pero nadie tiene el coraje de contradecir al dios. Apolo gana así el desafío y, no contento, decide castigar a Marsias por su soberbia haciendo que un esclavo le desolle vivo. Su piel vacía queda así suspendida y clavada en un pino.
En la economía del mito, la piel intacta de Marsias representa la envoltura protectora y corporal que garantiza la individualidad de la persona. Esta parte del mito expresa la intuición de que un alma personal, un Yo psíquico, existe mientras una envoltura corporal garantiza su individualidad. El castigo de Apolo, en este sentido, contiene un matiz aún más siniestro y perverso: el castigo de la piel es íntimo y eterno.
He pensado intensamente sobre el significado de esta historia al leer La piel de Sergio del Molino (Alfaguara, 2020).
Lo digo ahora y lamento ser brusco, solo por una vez, pero es necesario: La piel es majestuoso. Hacía mucho tiempo que no me divertía tanto leyendo. Sergio del Molino escribe de una manera asombrosa y me impresionó tan gratamente que ni siquiera me molesto en decirlo entre líneas o con un párrafo construido poéticamente: hay que leer La piel. Absolutamente. Pongo mi mano en el fuego y te doy mi palabra.
Después de tres páginas, ya te has olvidado la estructura del libro y la superestructura de la lectura y te sumerges en un viaje cultural y emocional de un paciente con psoriasis. A través de varias personas famosas, conocemos los diversos matices de esta enfermedad que afecta a la epidermis. Y es sobre todo interesante profundizar en la idea más penetrante que surge, con respecto a la noción de piel «benigna» y a la vez falaz y desconcertante, como lo indica la misma filología con términos inequívocos: pellicio y pelliculatio (derivados latinos de la raíz pellis), que significan precisamente «engañar con adulación».
El mismo Sergio del Molino muestra esta dicotomía en su libro, que es al mismo tiempo un elogio sin escapatoria y una maldición. Desde el estado de la piel medimos nuestra forma física y estética; es el termómetro de nuestras transformaciones y el espejo de nuestros cambios. La condesa Castiglione abolió los espejos para abolir el reconocimiento de una metamorfosis, que Dorian Gray intenta en vano transferir a un retrato
La piel es también la metáfora de la eterna lucha de la vida contra la muerte; la piel como nacimiento y renacimiento; la piel como identidad. El pirandelliano Mattia Pascal intenta desesperadamente abandonar la suya, pero luego tendrá que rendirse ante la imposibilidad de la operación. Pero eso de «cambiar la piel», de «escamarse» para regenerarse es básicamente una de las emociones existenciales más fuertes.
Por supuesto, la piel es muchas otras cosas. De hecho, es «la cosa», el elemento vital: piensa en cómo se asocia frecuentemente con el concepto mismo de la vida: «salvar el pellejo». En la novela de Balzac, La piel de zapa (1831), el objeto del título es un talismán que cumple todos los deseos pero que se acorta cada vez: en resumen, una imagen simbólica de la vida y su inevitabilidad.
¿Qué hay debajo de la piel? Aquí quizás sea más difícil investigar y encontrar una respuesta. Para Sergio del Molino, a veces hay monstruos o brujas sin posibilidad de redención:
[…] Landis, como yo, tiene el alma antigua y cree que los monstruos deben morir por el hecho de ser monstruos, no como la etapa final del camino del héroe en la que el cielo se ilumina y los pecados de la humanidad quedan absueltos. (p.46).
Y es fácil pensar que los monstruos sean solo los enfermos, a veces deformados y doloridos; en realidad los monstruos somos nosotros también, afectados por
[…] uno de los misterios más dolorosos de la piel: su capacidad para dividir las personas. (p.78)
Ahí va una sociedad enferma, racista y clasista. También por estas razones, La piel es un libro importante y dolorosamente actual; un libro que habla sobre violencia, prejuicios, amor y sufrimiento. Un libro que habla de nosotros.
3 Comments
MARCELINO DUFFAU
Muy, muy bueno… Adelante!!!
Ángela
Fabuloso, esa es mi palabra para el texto que acabo de leer. Gracias
La Ferdinandea
¡Muchas gracias por tu comentario! Me alegro que te haya gustado el artículo 🙂