Hay libros que puedes llevar como ropa hecha a medida en tu cuerpo y otros que persiguen tus pensamientos muchas semanas después de que los terminas; luego están los libros abandonados por la mitad, enterrados bajo los escombros del aburrimiento y aquellos de los que has olvidado el nombre del protagonista. La novela de hoy no es ninguna de estas. Este libro es parte de nuestras mentes; es: Locura de Patrick McGrath.
Parece que este libro haya sido escrito aquí mismo, en tu cabeza, apoyado por los mismos andamios mentales que te acompañan en cualquier momento de la vida. Y no es casualidad que esta sea, por lo tanto, una novela psicológica, sombría y oscura. Impenetrable.
Asylum es el título elegido por McGrath, el que encontraríamos en el idioma original: francamente mucho más significativo que el que se da en castellano. El asilo alude a un lugar protegido, pero al mismo tiempo se percibe como una privación, perpetuamente agotada por la sensación de estar en prisión.
La historia está ambientada en un manicomio y es aquí donde encontramos a los dos protagonistas: Edgar Stark, un escultor que fue internado después de asesinar brutalmente a su esposa en un éxtasis de celos y Stella, esposa del psiquiatra Max Raphael, atraída irremediablemente por él, quien encarna la expresión del espíritu dionisíaco, capaz de experimentar emociones con una participación loca y atormentada. Entre ellos, entre Edgar y Stella, la pasión explotará como fuegos artificiales tardíos después del final del espectáculo; el que te hace estremecer un poco porque es inesperado. No pasa mucho tiempo antes de que ese sentimiento turbio les arrastre a las profundidades de la locura. Y cuando Edgar logra escapar, Stella lo seguirá dando paso a un torbellino de eventos dolorosos.
Sin embargo, lo que me empujó a considerar esta novela como una de las lecturas esenciales no es la historia en sí misma o la habilidad del estilo de McGrath (porque existe y es innegable), sino la capacidad que tiene de sostener un golpe de efecto maestro hasta el final, gracias a su realismo desplazado que llena cada palabra y cada gesto. Es más bien esa vida diaria enferma que se refleja en las incertidumbres, en los errores de evaluación, en las elecciones instintivas de arrepentimiento, que a menudo se vuelve en locura. De hecho, hablamos de un libro que investiga en primer lugar sobre los mecanismos inconscientes de los seres humanos, tratando de encontrar el principio de racionalidad que justifique los gestos totalmente irracionales de los personajes; nos empuja a encontrar excusas y motivos para volver a enmarcar las acciones de aquellos que escapan de la normalidad, por una necesidad vital de emociones excesivas y extremas para saborear realmente la vida.
Nos sentimos parte de los hilos que a McGrath le gusta tirar hacia el polo más oscuro de perversiones: en él, estamos nosotros, los lectores, cómplices del espectáculo puesto en marcha y él, un titiritero engreído. Personalmente, durante la lectura, me sentí abrumado varias veces por la tensión. Incluso ahora, mirando las intensas pinceladas de Pierre Soulages en la portada del articulo (que, por alguna razón, me parecen el símbolo perfecto para representar esta novela), siento una sensación de malestar que es difícil de describir. Son como el emblema de un caos impulsado por una lógica desviada, movidos por la necesidad de herir a quién tenemos al lado en el único lugar donde realmente estamos solos y frágiles: nuestra mente.