«La novela ideal sería aquella en la que el hilo conductor entre los diferentes episodios sea una mosca al vuelo. […] La fragmentariedad que tantos novelistas usan como herramienta es en realidad un préstamo del ojo de la mosca. Me pregunto qué clase de novela obtendríamos si lográsemos hacer que una mosca comenzara a narrar…»
Georgi Gospodínov, Novela natural, Fulgencio Pimentel, 2020.
Si escribir significa crear un mundo y, de todas las vanidades que existen, lo que más le conviene a un escritor es considerarse dueño de una historia, es seguro que el escritor búlgaro Georgi Gospodínov (1968) ha conseguido romper la cadena esquemática de la mayoría de la literatura posmoderna, elaborando un sistema sofisticado de producción automática de historias que, con envidiable ligereza, toca nuestra esfera más intima.
En Novela natural nos enfrentamos a una colección de historias que se interrumpen en su punto más emblemático. Incluso la historia principal, que también comienza casi en cada capítulo con un esfuerzo cada vez más irritado, se divide en tres historias paralelas, como si solo la serie y la repetición pudieran recrear el rompecabezas de una vida ahora destrozada. El «método de fragmentación» ciertamente no es evocado por casualidad por el mismo autor que, de esta manera, quiere construir su propio texto en «imitación del ojo de la mosca».
La impresión es que nos queda solamente la posibilidad de tratar de narrar pequeñas historias, y de esta manera también entendemos por qué ya no podemos contar nada más grande que eso. Esta supuesta «novela natural» sería una perfecta máquina que crea historias, pero al mismo tiempo podría definirse como la «historia de una afasia», dado que nos enfrentamos a intentos, fracasados uno tras otro, para contar la separación del protagonista de su esposa Ema (nombre de dulce sabor flaubertiano). Y es precisamente dentro de esta incapacidad que Gospodínov logra crear una obra maestra.
Novela natural apareció en Bulgaria en 1999, un año importante en el contexto literario del país, cuando el debate sobre la literatura nacional contemporánea requería una postura definitiva. De hecho, el pasado literario búlgaro está lleno de autores que se han inspirado plenamente en el folklore exótico del país: autores clásicos como Ivan Vazov o Yordan Yovkov han sacado a la superficie el sustrato de historias populares que son el alma de la Bulgaria más pagana; símbolos y temas que luego serán retomados por la próxima generación de escritores compuesta principalmente por Emiliyan Stanev y Jordan Radičkov, quienes podrán darle a los hombres y a su relación con los animales una intimidad más profunda y refinada.
Por lo tanto, Georgi Gospodinov entra en un momento en el que es esencial para un escritor búlgaro reconsiderar la forma de hacer literatura: ¿debemos continuar insistiendo en las características locales y un cierto exotismo de manera o descuidar nuestra propia identidad para explotar solamente el valor literario?
En Novela natural su elección es muy clara. Esta no es, de hecho, una novela ubicada geográfica y culturalmente: esta no-característica ha sido decisiva para el éxito de la novela en el extranjero. Incluso sus referencias a una «memoria emocional» del país de origen nunca se limitan solo a Bulgaria, sino que invierten los recuerdos de cada persona que vivió en los mismos años de su generación. De hecho, hablando del aspecto geográfico, Novela natural tiene en realidad su propia geografía, una geografía lírica particular, absolutamente no funcional para la historia; una geografía desobediente, que conquista sus espacios y se relaja, y no importa si se resuelve en un cameo sugerente, porque puede ser suficiente por sí misma:
«Probablemente exista una Europa del Danubio, un país utópico distinto del resto del continente. Un lugar integrador donde el vals y el salón existen a la par que la barca y la aldea pesquera. […] Donde, por razones locales de carácter sentimental, las adolescentes se lanzan siempre al Danubio, y este arrastra a sus ahogados desde la Selva Negra hasta el mar Negro. Donde el agua es sucia y los siluros son siempre más grandes que los barquitos fluviales que navegan las aguas poco profundas.»
Y en este espacio donde no hay pistas o indicaciones a seguir, es bastante fácil perderse. Sin embargo, hay ciertas huellas que, si el lector realmente siente la necesidad, se revelan diáfanas: está la historia del hombre que se separa de su esposa, la del yo narrador, el editor de una revista literaria, la de un jardinero loco, y están también todas las otras microhistorias que caminan paralelamente, pero en el fondo «esta es una buena novela porque es un tejido de dudas» y estoy seguro de que, a veces, nada reconforta más nuestras dudas existenciales que compararlas con otras dudas.
Novela natural es un libro que tiene un peso específico importante y estoy convencido de que esta obra será un descubrimiento agradable para todos aquellos que necesitan volver a redescubrir el placer de la narración y para aquellos que no tienen miedo de responder a una pregunta con otra pregunta.
3 Comments
Papel y tinta
Muy buena elección, sobre todo la reseña que está escrita con detalle para recomendar esta obra maestra “Novela Natural”, una historia que también nos identifica en esta época y a las personas que están afectadas por este tipo de relación y que nos dejan con preguntas y dudas.
Excelente artículo.
Hernán Salazar Calderón
Excelente reseña. Señalen otras obras del autor y de contemporáneos a él.
La Ferdinandea
Muchísimas gracias! Pues, te aconsejo también «Física de la tristeza» (2018), quizás su obra maestra. Saludos!