Yo quería que todo siguiera siendo como antes. Ese es uno de los dramas del expatriado. Sueña con volver a lo que dejó. Pero eso ya no existe más que en su empañada memoria.
– No se puede volver
Mi mujer me miró inquieta.
– Estás hablando solo.
Lo negué.
Y encima estás llorando. Por qué lloras?
– No lloro.
Y, sin embargo, lloraba sin darme cuenta. Mis ojos estaban llenos de lágrimas.
No se puede volver.
Era un pensamiento fugaz, pero algo me alivió. Un año antes había escrito la novela Siempre volveré. Seguramente había llegado el momento de escribir la continuación: Siempre me iré.
Siempre trato, más o menos, de distinguir entre lo personal y la crítica cuando estoy a punto de escribir un artículo sobre un libro. A veces es un tarea fácil. Casi siempre imposible. El oxímoron explica bastante bien, el dilema que a menudo aparece ante mí. El libro del que quiero hablar hoy definitivamente se puede atribuir a la categoría de libros que no pude evitar vivir sobre mi piel.
Otra vida por vivir (Galaxia Gutenberg, 2019) de Theodor Kallifatides es algo que nunca había encontrado antes. En sus 150 páginas condensa muchas contestaciones a preguntas que siempre me he negado a hacerme. Quizás algunas de estas te las habrás hecho tú también.
Kallifatides es un autor cuyo camino literario ignoro totalmente. Todo lo que sé sobre él lo aprendí gracias a Otra vida por vivir y debo admitir que no es un asunto trivial: condensar la vida como una esencia perfumada dentro de un libro, pequeña botella preciosa, y arrojar esa esencia dentro del inmenso mundo literario para encontrar un escape de la brevedad de la existencia, es el sustituto que ofrece la literatura a la inmortalidad. Y quién no querría poder lograrlo. Kallifatides lo ha conseguido. Y esta es su vida.
Theodor emigró a Suecia en 1964, donde ha vivido desde entonces, y en cuyo idioma ha construido toda su obra literaria, apostando por su lengua de destino, y renunciando a la de origen. A los setenta y siete años, de golpe, se bloquea. Ya no consigue escribir nada. Decide, entonces, vender el estudio en Estocolmo y volver a su amada Grecia para reencontrarse con su origen y sus raíces. Será justo allí donde las palabras, como lluvia refrescante en tierra seca, volverán a aparecer en el alma de Kallifatides, dando vida a Otra vida por vivir, escrito en griego, después de muchísimos años de silencio.
Ahora bien. No todo sucede tan rápido, ni mucho menos. Kallifatides resulta ser ajeno a las realidades en las que está inmerso, a veces incluso arriesgándose a ahogarse en la sensación de extrañeza que impregnan los paisajes familiares, ahora, que solo están en su memoria.
Esto me recordó una anécdota de hace unos años. Sentados en un bar, acompañados solo por la música de un piano y la reverberación de unos vasos que se colocaron sobre la mesa, estamos un querido amigo y yo. Él me comenta que ha visto a su ex después de tantos años: se habían perdido completamente de vista, también porque ella se había mudado a Francia. La volvió a encontrar por casualidad en un viaje a Francia, en una fiesta de unos amigos que, al final, descubrieron tener en común. Hablan un poco. Obviamente acaban enrollándose, pero todo acaba allí. Me dice que sintió, al hablar con ella, un sentimiento de desapego. Casi se ha olvidado de nuestro idioma, me dice, y parece perfectamente feliz; pero hablando con ella tuve la impresión de que su horizonte se había empobrecido. Ha perdido sus raíces sin obtener realmente otras nuevas.
Cuando me mudé a España, hace tres años, dejando mi pequeño pueblo en Italia, una de las preocupaciones que me empujaba el cerebro contra las paredes craneales fue esta: no quería volver a ver, por ejemplo, a mi ex en una fiesta y descubrirme a mí mismo distante, físicamente, culturalmente y emocionalmente. En ese bar sentado con nosotros, evidentemente, no estaba Theodor Kallifatides; pero este miedo también está presente en él, y exteriorizado en Otra vida por vivir.
En poco más de 150 páginas, Kallifatides logra construir un microcosmos absolutamente autosuficiente, un libro con un alma pulsante e inusualmente inquisitiva. Una pequeña joya para leer y guardar en todas las librerías con el cuidado de un bibliotecario meticuloso. Una obra capaz de describir el espacio creado entre la infelicidad de decir adiós al país natal y la esperanza de poder abrazar uno nuevo. Algo que solo aquellos que han tenido o han querido cambiar el horizonte pueden entender. O todos aquellos que leyeron Otra vida por vivir.
Honestamente no sé si, quedándome en mi país de origen y leyendo este libro, tendría las mismas sensaciones que tengo ahora. No podré descubrirlo nunca. Y tampoco importa demasiado. Me quedo con la esperanza de poder volver a mi tierra con los mismos ojos con los que la he dejado. Y con la certeza de haber encontrado un libro que me acompañará siempre en mi camino personal. Eso serà suficiente.