takuboku
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La poesía es un triste juguete

いつ まで も あるいて いねば ならぬ ごとき
おもい わき きぬ
しにゃ まちまち。

Itsu made mo aruite ineba naranu gotoki
omoi waki kinu
shinya machimachi.

De repente sentí
como si tuviera que caminar para siempre
por estas calles de medianoche.

A todos aquellos que habitualmente leen poesía, no les diré nada nuevo. Es, a todos los demás, o sea, a quienes la poesía les da sueño, que me gustaría hablarles: trataré de explicaros por qué leer un libro de un poeta japonés, Ishikawa Takuboku, muerto a los 26 años de tuberculosis, es, hoy en día, lo mejor que podrías hacer.

Imagina que estás en el teatro: estás lejos de la escena, desapegado. Podrías apreciar la acústica, la calidez agradable del ambiente, los sillones o cómo se está llevando a cabo la obra, pero no puedes dejar de centrar tu atención en un detalle insignificante: una chica, en la penúltima fila, parece estar absorta en la visión del espectáculo. Cuando una escena la ilumina, por reflejo, y ilumina sus ojos, notas que está llorando. Te diriges con la mirada al escenario, pero lo que estás viendo es una comedia. Lo entiendes en un instante, tal vez en el mismo momento en que vuelves a mirar a la chica.

Has gastado un dineral en ir al teatro esta noche, pero no puedes parar de mirar nada más, que no sea el brillo de sus ojos: te gustaría levantarte, inclinándote un poco, quizás – permiso, lo siento…! – llegar a la chica y pregúntale el motivo de las lágrimas. Pero sería complicado, quizás incluso patético. Así que en este momento, ella se convierte en el objeto final de tu ser, el final de la búsqueda de significado.

En otro momento, en otro día, en otra vida, no sería tan importante: pero allí, suspendido en esa espera, se vuelve crucial. Comienzas a moverte con impaciencia en la silla, incómodo en cualquier posición porque te sientes incómodo e insatisfecho en este juego mental. Pasa una hora, una hora y media, luego las luces se encienden lentamente: la primera fila, la segunda, el auditorio… También se enciende encima de ti, en la última fila, pero primero en la de la chica. Se levanta, se quita el abrigo, intercambia una conversación con un señor vestido de traje delante de ella, sonríe y se va. Al volver a conectar los pensamientos, junto con el hilo del tiempo y el espacio, has notado, en el último momento antes de que desapareciera, cómo no había rastro de llanto en su rostro.

Esa chica, ese misterio, es la esencia de Tristes juguetes. Un libro íntimo, impalpable, humeante y majestuoso.

Al leerlo, te impactarán y cautivarán los detalles insignificantes que componen la multitud de las poesías: un tren de juguete, un cuclillo que canta una reverberación lejana, recortes de periódicos… Caerás en una atmósfera suspendida, obsesionado por la idea de espiar la vida de alguien a través de la mirilla de la puerta. Pero, lo que más llegará a impactarte, será la silenciosa descomposición de esta burbuja de sensaciones suspendidas en el aire: una vez que el libro esté terminado, te darás la vuelta y, en un instante, notarás como la vida cotidiana se impondrá otra vez en la imaginación. Y no habrá rastros de llanto en la cara: el espectáculo habrá terminado y tú estarás viendo la portada del libro cerrada aún durante bastante tiempo.

Luego, como sucede con los libros realmente hermosos, te acompañará en tus pensamientos. Tímido, aparte, pero él estará allí. Y guardará un secreto indescriptible que se convertirá en uno de esos valores de los que estamos convencidos sin siquiera poder explicarlo. Mientras tanto, sin embargo, el misterio se habrá desvanecido como la mujer del teatro, junto con las luces encendidas de nuevo.

Queda por descifrar qué es la poesía: sería imposible darle una definición universal. Para algunos es sinónimo de rimas besadas y asonancias escuálidas; para otros, es el ritmo que marca nuestra vida (yo me apunto a este grupo); para Takuboku, en cambio, era un triste juguete capaz de tranquilizar un poco a sus recurrentes sufrimientos de enfermos.

Este libro, traducido a cuatro manos por Masateru Ito y Elena Gallego sirve para recuperar para el público español la obra de uno de los poetas fundamentales de la lírica japonesa de principios del siglo XX, renovador temático de la tanka. Agradezco sinceramente a Ediciones Hiperión por este Tristes juguetes de Ishikawa Takuboku, una llama temblante que se convierte en una guía y un punto de referencia para una inolvidable búsqueda de significados personales.

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