Hay que haber empezado a perder la memoria, aunque sea sólo a retazos, para darse cuenta de que esta memoria es lo que constituye toda nuestra vida. Una vida sin memoria no sería vida… Nuestra memoria es nuestra coherencia, nuestra razón, nuestra acción, nuestro sentimiento. Sin ella, no somos nada… (Solo puedo esperar a la amnesia final, la que puede borrar una vida entera.) – Luis Buñuel
Mi abuelo, en sus terrenales veranos en Sicilia, había desarrollado una cultura de objetos. Todo, en su pequeño uso, jugaba un papel fundamental en el microcosmos de la casa. Ahí estaba el encendedor: sólo uno, ese encendedor. Al igual que la televisión, el cubo de basura, la cuchara para el yogur. Esta ritualidad establecía el orden de las cosas en su mundo y, de cierta manera, sancionaba su existencia; la necesidad de cambiar no se había previsto, porque esta estabilidad era la esencia pura de su vida, y marcaba el paso de los momentos.
Lo que estoy contando lo he podido entender solamente después de leer Ventiladores Clyde. Me hubiera gustado entenderlo un poco antes, la verdad. Pero me alegro de haberlo logrado, aunque sea un poco tarde. Aunque no pueda leerlo, me gustaría darle este regalo a mi abuelo y además explicarte la necesidad de combinar la memoria y la materialidad, y convencerte del porque tú también deberías leer esta hermosa novela gráfica.
Empecemos.
Seth, pseudónimo de Gregory Gallant (16 de septiembre de 1962), es un escritor y dibujante de historietas canadiense. Puede que no te suene de nada, pero es uno de los nombres imprescindibles del cómic independiente y con su última obra, Ventiladores Clyde, en la cual ha trabajado por veinte años, nos deja una elegante y profunda visión de la vida.
La historia es muy simple: dos hermanos, Abe y Simon, intentan mantener un negocio familiar de ventiladores en un Canadá en el que ya se había impuesto el aire acondicionado. Abe es el cerebro y el brazo de los dos, un gran comerciante, que golpea por todas partes para hacer prosperar a la empresa; Simon, por otro lado, es el corresponsal humano de un grano de polvo que baila en el aire: volátil, ligero y dispersable. Un empanado en toda regla.
Me gustaría enfatizar que Ventiladores Clyde, en sus casi 500 páginas, trata varios temas delicados: la relación familiar, el arte de vender, la soledad, el abandono, etc. . Bueno, uno no podría esperar menos, de un trabajo con un período de gestación de veinte años que se elige y erige, según su autor, como un punto de inflexión en su producción. Habrá un antes de Ventiladores Clyde y un después de Ventiladores Clyde. Digo esto porque no me gustaría que estuvieras esperando que el discurso sobre este trabajo se agote en el aspecto con el que estoy ansioso de tratar aquí, ahora. Hay mucho más, te lo prometo. Pero, si ya me has leído en este espacio en pasado, sabes que me gusta hablar sobre la vida y la literatura, una cosa a la vez.
Aquí está el aspecto que me llamó la atención de Ventiladores Clyde y que me abrió los ojos a uno de los aspectos más fundamentales de la vida de mi abuelo: la función de la memoria en la vida diaria.
Simon a menudo se pregunta sobre el flujo imparable de la vida y el significado de las cosas. La idea es que todo se desinfla, incluso las personas. Hasta desaparecer. No es posible contener la barrera del tiempo, que hace su trabajo inexorablemente, desgastando las esencias y las perspectivas de hombres y de las partículas que componen la realidad. Todo se mueve, en la linea del tiempo, a la vez: cuando vas de compras, en el mismo momento estás en casa, has salido, has entrado en el supermercado y has vuelto a casa; el tiempo es linear en su forma más brutal posible: los planos se superposicionan entre ellos. De la misma manera, los hombres nacen y ya están muertos.
Impulsado, finalmente, por la tragedia de la enfermedad de su madre, que padece Alzheimer, llegará a un reflexión que, para mí, contiene el tema más íntimo de Ventiladores Clyde en una concha que precipita rápidamente en el fondo de un océano, fundiéndose en la oscuridad que la rodea.
Sí, porque Seth ha alcanzado un nivel de conciencia más alto de lo normal, y lo demuestra a través de su arte. La memoria reside en la esencia de los objetos y en su presencia. Simon busca tanto las cosas tangibles, reales y sólidas, así como las desaparecidas en un universo de partículas miniaturizado que se dispersa en un movimiento centrífugo, que borra los detalles; Seth se enfoca en la relación del hombre con los objetos, con las cosas que lo construyen, dejando un rastro diáfano en el lector que se da cuenta de todo esto. Si todos fuéramos capaces de ver estas intersecciones, estos humos que se hinchan como pensamientos, más vacíos que vacíos, reconocibles sólo por aquellos que ya no llevan nada dentro, alcanzaríamos la iluminación que tuvo Simon: la vida se puede congelar.
Sin embargo, la amargura permanece en la boca por no poder conseguir esto en la vida cotidiana, y al mismo tiempo el consuelo de ser consciente de la propia pobreza: mi abuelo vio con certeza la desaparición de cada día, sintió con intensidad cada acto, y debido a ello, provocó que fuera más sereno, pero no más feliz. Al igual que Simon, finalmente más relajado en su conciencia, pero lleno de soledad y amargura. Olvidado por todos.
Gracias de veras Seth, por habernos regalado Ventiladores Clyde. Una obra de la que extraer agua dulce y apagar así nuestra pegajosa insatisfacción existencial.